Por Rómulo López Sabando
Publicado originalmente en Diario Expreso
Cuenta la leyenda que Brendán, un monje irlandés convertido en santo, zarpó en 512 d.., junto con 14 monjes, por el Atlántico. Desembarcaron en una isla tupida de árboles que, cuando celebraban misa, comenzó a moverse. Se trataba de una gigantesca criatura marina, sobre cuyo lomo se encontraban los monjes. Ubicada en las islas Canarias, archipiélago atlántico de siete islas mayores: El Hierro, La Gomera, La Palma, Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, situadas frente a la costa noroeste de África, era la octava isla. Visible, pero cuando los navegantes intentaban aproximarse, desaparecía envuelta por la bruma y gruesa niebla, quizás debido a alguna acumulación de nubes en el horizonte o a un espejismo. Fue identificada con la mítica isla-ballena de Sinbad el Marino.
San Brendán, cuyo nombre se convirtió, en la isla “San Borondón”, llamada la Inaccesible, la Encubierta, la Perdida o la Encantada, con 480 Km de largo (de Norte a Sur) y 155 Km de ancho (de Este a Oeste) y dos enormes montañas, podría originar el nombre a Samborondón. Otra leyenda, cercana a Guayaquil, atribuye a un mulato, de apellido Rondón, conocido como el “Zambo Rondón”, la que le dio su nombre. Aunque también se dice que Fermín de Asiain, alcalde del Cabildo de Guayaquil, en el siglo XVII propietario de esas tierras, tenía a su servicio a un mulato de nombre Bartolomé Samborondón, de cuyo apellido pudo haberse tomado su denominación. Como sea que se escriba, Zambo Rondón, San Borondón o Samborondón, es una de las mayores áreas industriales del Ecuador, con cosechas en invierno y verano.
Sus tierras también desaparecen, por inundación, (igual que la leyenda de San Borondón) en plena producción de arroz. Cuna y hogar de patriotas e histórico lugar de gestas heroicas, Samborondón es ahora uno de los sitios residenciales más hermosos, organizados, seguros y prósperos del Ecuador. Cincuenta urbanizaciones, (pequeñas ciudades), son refugio vital de miles de ecuatorianos que encuentran en ellas la tranquilidad, paz y sosiego que, décadas atrás, Guayaquil y el país les negaba. El milagro lo hizo el “Puente de la Unidad Nacional”, que venció los infortunios románticos de “las gabarras”. Fue “La Puntilla”, su primera urbanización. La “vía a Samborondón”, abrazada por los cálidos brazos de los ríos Daule y Babahoyo, sobre la hacienda El Tornero, expande su empuje vertiginoso, pueblo hacia adentro, para involucrar en la dinamia del progreso, el desarrollo empresarial y el bienestar a sus habitantes autóctonos.
Tiene una superficie de 252 km2, 105 recintos y 95.000 habitantes. Su cabecera cantonal es del mismo nombre y su parroquia es Tarifa. Sus casas, edificios, construcciones, centros comerciales, educativos, sitios históricos, cautivan a miles de turistas. Sus tierras albergan un hermoso rincón del Guayaquil del siglo pasado, allí reconstruido como museo viviente. Cuna del típico montubio de la Costa, quien trabaja en la agricultura, el comercio, la ganadería y artesanía naval (canoas). Produce leche, carne, arroz, maíz, café, cacao, banano, frutas, objetos de barro y cosecha de gramíneas. La pesca de agua dulce provee de corvinas, bagres, bocachicos, camarones, langostinos. Su comida típica, es atractivo turístico. Sus “roscas” y dulces se demandan en el exterior por su agradable sabor. Su independencia fue el 10 de octubre de 1820 y su cantonización el 31 de octubre de 1955. Samborondón, y Buijo su recinto, son tradición, heroísmo e historia de la patria. Estratégico enclave de la independencia de Guayaquil y de la República toda.
!Que viva la República del Zambo Rendón, carajo!
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