3/27/2007

“Guayaquileños..”

Verdades evidentes
Rómulo López Sabando


Uno de mis hijos me preguntó, si había yo remado en el estero Salado. Le respondí que, a mediados de la década del 50, cuando estudiaba en el Vicente Rocafuerte, si algún profesor no llegaba a clases, era común irnos a remar y a nadar en el “estero Salado”. Nuestros abuelos se hacían tratamientos curativos, de siete días, con refrescantes baños en sus medicinales aguas “salobres” (más salada que dulce).

Es el más grande sistema de manglares del Pacífico Sur. Con las partes bajas de los ríos Daule y Babahoyo, (más dulces que salados) integra la red de drenajes del ecosistema denominado estuario interior del Golfo de Guayaquil.

Pero a mediados del 60 las invasiones habían contaminado al Salado. Su espejo de agua estaba oscuro, pestilente, lleno de basura, heces, animales muertos. Era el basurero de la gente que invadía Guayaquil.

El estero Salado, conocido en el sur de Guayaquil, como estero Cobina, se une al río Guayas por medio de un canal provisto de esclusas. Para nuestros padres y en nuestros años infantiles, era grato pescar en “las esclusas”, que también fue invadida, poblada y contaminada por petróleo y abundantes aguas negras descendentes de las poblaciones ribereñas de los ríos Daule y Babahoyo. A principios de la década del 60, las jaibas y cangrejos, habían desaparecido en la “zona de las esclusas”.

En “Puerto Lisa” se comía “lisa asada” con bolón de verde y tinto. Fue un ramal del estero Salado, donde canoas y pequeñas naves descargaban lisas, camarones, cangrejos, pescados, conchas, ostiones capturados en el golfo y sus islas. También traían carbón (madera quemada) para cocinar y pilotes de mangle para clavarlos en la construcción de casas de dos pisos.

Cuando yo iniciaba mi actividad industrial, (1969) el ingeniero Guillermo Castillo Viteri, me pronosticó que en los siguientes 50 años, en la vía a Daule (en esa época, la más importante zona industrial del país), no habría canalización, alcantarillado ni tratamiento de aguas negras y residuales, ni para aguas lluvias. Y no se equivocó.

Los “riachuelos de Mapasingue”, no fueron tales, sino lo que se conocía como “el canal de la muerte”. No pocos habitantes de las zonas invadidas del norte de la ciudad murieron por la correntada. No eran brazos del estero ni de los tantos afluentes que bañaban a Guayaquil, sino descargas de las aguas lluvias y aguas servidas resultantes de las invasiones y de la zona industrial a lo largo de la vía a Daule.

Las ciruelas las cogíamos en el cerro de San Pedro, en lo que hoy es “la ciudadela ferroviaria” (por el ferrocarril Guayaquil-Salinas que desapareció en 1949). El padre Pepe Gómez hizo en ella “su parroquia” para construir una capilla de oración. Su ataúd está montado sobre rocas de las canteras que destruyeron al cerro de San Pedro.

Nos entusiasmaba ir de cacería en los cerros aledaños de Guayaquil. Pero los explotadores de canteras los convirtieron en cascajo para rellenar los brazos de mar en los denominados “suburbios” y atender la demanda para negocios de capitostes criollos, populistas, invasores y políticos “revolucionarios” que depredaron, e hicieron botín político de las haciendas Mapasingue, Atarazana, el Guasmo y otras usurpadas por la demagogia.

La primera vía de penetración al suburbio oeste fue la calle Gómez Rendón. De día se rellenaba y de noche los pobladores trasladaban el cascajo hacia el interior de sus endebles viviendas de cañas levantadas sobre los manglares, fango, agua, pantanos y salitrales.

Nos encantaba hacer picnic en “la planchada”, los cerros el Carmen y Santa Ana y fotografiar los enormes reservorios de agua.

El río Guayas lo cruzábamos en las “gabarras”, (en carro, buses o a pie), pues el puente sobre los ríos Daule y Babahoyo, que se inauguró en 1969, terminó con ellas. En los carnavales íbamos hacia Durán, para subirnos al techo de un vagón del ferrocarril hasta Bucay, a comer “seco de chivo” (que decían era “seco de perro”). Fue el Guayaquil de los años 50 y 60. Para los guayaquileños que nacieron a mediados del 60, todas esas “maravillas” habían desaparecido. No las conocieron.


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1 comment:

  1. Mucho ha cambiado Guayaquil a lo largo de los años, pero una cosa es cierta y es que la parte del Estero Salado que se encuentra en peores condiciones de contaminación es justamente la que está atras del Albán Borja, por Miraflores, por Urdesa Central, por la Kennedy. Hasta hace unos años atras era posible observar a determinadas horas la presencia del detergente flotando en el estero a la salida de una tuberia que descargaba por el puente de acceso a Urdesa Central. Hoy aun se puede observar como las tuberias de aguas residuales de las casas ubicadas al pie del Estero descargaban hasta hace poco directamente al mismo. Recien hace 6 meses se empezó a instalar tuberias de alcantarrillado sanitario en Miraflores. La parte mas anoxica del estero es justamente la ubicada junto a las ciudadelas (existen datos que demuestran la anoxicidad del sector). Las invaciones al sur de la ciudad (puerto y zonas aledañas) estan mas afectadas por el flujo y reflujo de las corrientes, por lo tanto el nivel de polución es diluido por las corrientes. Sin embargo, vale recalcar que las presencia de las invaciones si afecta los niveles de contaminacion del Estero, pero es necesario tener presente que no fueron las invaciones las unicas responsables del grado de contaminacion que existe en la actualidad en el Estero Salado.

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