Muchos han dado muestras de solidaridad con mi padre debido a la persecusión por parte del gobierno. Este artículo que reproduzco a continuación de Francisco Cuesta Safadi es uno de los que pone las cosas y lo hechos de manera más clara.
En cambio el ahora medio oficial del gobierno, El Telegrafo (que verguenza sus fundadores se han de estar revolcando con tanta humillación), le dedican casi una página hoy (3 editorialistas) a analizar y deconstruir el artículo que incitó a la furia presidencial. Y revisando días anteriores no deja de haber día en que el Telégrafo no tenga por lo menos un editorialista dedicado a la vana tarea de justificar lo injustificable, que mi padre sea acosado y ordenado detener por un juez sin juicio previo y que su libertad de expresión de esta manera sea violada salvajemente acusandolo de propalador de rumores. Es cierto que el nuevo código de procedimiento penal (coincidentemente válido desde el 24 de marzo mismo día del artículo de mi padre) permite en aras de la eficiencia estos juicios sumarios. Pero esta supuesta herramienta de eficiencia se está convirtiendo en herramienta de persecusión política para llevar adelante juicios sumarios solo posibles en dictadura. Porque efectivamente eso es lo que estamos viviendo aunque el gobierno se empache tratando de decirnos lo contrario. A continuación el artículo:
La Libertad de Expresión rumbo a prisión
DR. FRANCISCO CUESTA SAFADI (f.cuestas@gmail.com)
La libertad de expresión es
un tema recurrente en las sociedades que transitan hacia las
dictaduras. Deja de serlo y nadie se refiere a ella cuando existe una
auténtica democracia o cuando, contrariamente, una
dictadura ya se impuso. El temor, en este último caso, se encarga de
sepultarlo. Y mientras las dictaduras tienden a desaparecer en el mundo
contemporáneo y la libertad de expresión a reafirmarse, el Ecuador sigue quedándose atrás, en la retaguardia del tiempo. . Es casi connatural a nuestra idiosincrasia enfrascarnos
en la masoquista lamentación de ser unos tristes pendejos en el
concierto internacional, esperanzados en los resultados futboleros como
única muestra de nuestras virtualidades.
Las
legislaciones modernas prácticamente han acabado con la punición de los
excesos presuntamente cometidos por un periodista. Los daños que sus
expresiones pudieran causar a terceros, hoy se inscriben dentro del
ámbito estrictamente civil. ¿ Por qué ? Porque la libertad de expresión
es un bien jurídico superior, inherente a la personalidad humana y constituye un derecho inalienable de quien la ejercita , independientemente de sus contenidos. Poniendo en la balanza las situaciones planteadas por las opiniones de un periodista con
los hipotéticos daños que éste pudiera irrogar a terceros, prevalece la
libertad de expresión de aquél. Eso es parte y sostén de una auténtica
democracia, que provee a través de su legislación de otros recursos y
acciones a quienes se crean damnificados por esos supuestos excesos.
Hay un viejo aforismo que resumo: “ quien pretende salvar a la Patria no viola las leyes”. El caso de Rómulo López es paradigmático de la intolerancia presidencial. López ha pretendido poner al descubierto un embuste que daría lugar a una sinigual torpeza gubernamental. Su intención era salirle al paso y evitarla. Bajo su óptica, quería librar al país de una catástrofe. Pero su intento resultaría ser un delito. Para él no habría libertad de expresión. El
honor de la República estaría en juego. El honor del gobierno habría
sufrido un agravio. ¡ Estupideces ! El honor no es institucional ni
corporativo. Es un concepto humano y personal, con nombres y apellidos.
Pero este gobierno piensa que las críticas son desacreditantes y
lesionan “su honor” si alguien señala
sus defecciones, ciertas o hipotéticas. De este modo, toda crítica
negativa - cualquiera - resultará insultante e injuriosa bajo el rasero
autoritario y centralista . Y así se cometerá el crimen de destruir la
libertad de un individuo a pretexto de que está haciendo uso indebido de ella, olvidando que es preferible tolerar a algunos antes que constreñir a todos y que privar
de la libertad a un semejante por exponer sus disconformidades,
constituye un claro atropello a la sociedad y a la democracia. Al fin y al cabo, la libertad para opinar es, ¡siempre!, la libertad de quien no piensa como el gobernante. Algo que Correa nunca entenderá.
A través de Rómulo López - no hay duda - se quiere escarmentar a todos cuantos cuestionan la labor de este gobierno. ¡A cerrar la boca! es
el intimidante mensaje de Cartondelet. Mas, no seremos libres si
nuestra conducta debe estar condicionada a la amenaza de un castigo por
parte de quienes ejercen. el poder Habrá, sin duda, pusilánimes dispuestos a ceder su libertad esencial para “gozar” de una pequeña seguridad temporal. Pero pronto entenderán que no la han merecido y que sólo habrían contribuido a ensuciar nuestra incipiente y amenazada democracia.
Sostengo
que si el gobierno ha mentido, hay que denunciarlo. Que si el gobierno
es corrupto, hay que desenmascararlo. Que si el gobierno es
atrabiliario , hay que luchar para frenarlo. Es un derecho y un deber
ciudadanos que se materializa, en mi caso al menos, con la expresión
libre y sin cortapisas. Temas como el de la dolarización ( impugnada y
defendida a la vez por el gobierno), como el de las denunciadas
vinculaciones con las terroristas FARC, como el de los penetrantes
tentáculos del narcotráfico que éstas lideran , como el de la
corrupción manifiesta de algunos funcionarios, como el de
la iracundia presidencial que erige barreras en vez de eliminarlas,
como el de la obcecada agresión a Guayaquil, como el del despilfarro
fiscal, como el de la duplicación y multiplicación de cédulas de
identidad, la obsesión gubernamental por emitirlas y el
empadronamiento electoral de fallecidos, (que podrían ser utilizados
para consumar un fraude electoral) , como el de las flatulencias
legislativas , entre otros, no pueden ser omitidos por quienes tienen
el derecho a expresarse con libertad . Si alguien cree que cerrar la
boca de los periodistas es la solución adecuada, se equivoca. Porque las palabras que bajo esas represivas circunstancias pronuncien los defensores de su libertad de expresión, cobrarán mayor jerarquía .
El
Tribunal Supremo de Justicia de los EE.UU.,, en uno de sus múltiples
fallos que privilegian y consolidan la libertad de expresión, afirmó
que “ el coste de hablar con libertad no debiera nunca inducir a su desánimo” . Y es célebre el caso de ese cuestionado personaje, editor de la revista “Hustler”
, cuya libertad de expresión fue protegida a disgusto por ese mismo
Tribunal, como un derecho inmanente a la calidad y condición humanas,
más allá y por encima de la descalificación ética del individuo, sujeto en
todo caso a sanciones que NUNCA encajarían en el ámbito penal. Ese
ámbito dentro del que un gobierno autocrático se mueve a sus anchas
cuando logra poner de rodillas a buena parte de la Función Judicial. .
Sólo
falta que alguno de los tribunales ad hoc que el gobierno mantiene bajo
su férula, resuelva que el único y exclusivo representante de la
libertad de expresión en un país cuya revolución dizque está en marcha
, es el mismísimo Correa . Hacia allá estaríamos apuntando. Los demás críticos, si no ponen su rodilla en tierra, a la cárcel.
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