2008-06-09

Mientras tanto

Mientras el gobierno nacional se debate en llevar adelante la revolución ciudadana, y la asamblea desciende a los infiernos convirtiendose en un fiel reflejo de lo que era el congreso, nuestro vecino del norte a cambiado radicalmente en el periodo de tiempo en que Uribe ha sido presidente. 
Si algo debería de estar haciendo el gobierno es precisamente ver que están haciendo los colombianos en vez de tratar de defender los derechos humanos de los fascinerosos de las FARC.  Yo me pregunto como se puede defender los derechos humanos de grupos irregulares cuando ni siquiera el gobierno cumple con lo más básico que es defender y dar seguridad a los ciudadanos del país. 
Adicionalmente el Gobierno sigue enfrascado en la guerra de cifras con el municipio de Guayaquil sobre el rol de la corporación ciudadana para la seguridad sin ofrecer alternativa real a los serios problemas que enfrenta la ciudad y el país.  En vez de rasgarnos las vestiduras y tratar de involucrarnos en los temas internos de nuestro vecino colombiano, deberíamos ver como podemos copiar lo positivo.  Abajo reproduzco el artículo del Wall Street Journal sobre el Nuevo amanecer en Colombia. 
Ojalá que pronto despertemos de la pesadilla del Socialismo del siglo XXI para ponernos a trabajar en sacar adelante a nuestro país.




Un nuevo amanecer en Colombia



Por Mary Anastasia O'Grady
The Wall Street Journal


Casanare, Colombia - Son apenas pasadas las 5:30 y el extenso cielo
azul índigo que se ha estado oscureciendo toda la tarde por fin se
abre. Capas de lluvia caen sobre las llanuras verdosas; de vez en
cuando las ráfagas de viento tropical hacen que el aguacero caiga de
lado y que las hojas de los árboles se levanten.




La tormenta es espectacular, pero nosotros nos mantenemos seguros y
secos bajo la terraza cubierta de la finca, tomando vino. Un vecino ha
cabalgado unos ocho kilómetros para acompañarnos. Como suele pasar en
Colombia en estos días, la conversación gira en torno a la paz que por
fin se percibe tras años de un terror que las palabras no pueden
expresar.


Nancy Pelosi, la vocera de la Cámara de Representantes de Estados
Unidos, se niega a permitir la votación del Acuerdo de Libre Comercio
entre EE.UU. y Colombia, porque dice que el presidente Álvaro Uribe no
ha hecho lo suficiente para sofocar la violencia política en su país,
particularmente en contra de los sindicalistas. Muchos colombianos
cuestionan tal afirmación.


Desde una base puramente estadística, la acusación de Pelosi es
absurda. Desde 2002, cuando Uribe asumió el poder, la tasa de
asesinatos entre los colombianos ha bajado 40% mientras que la tasa de
asesinatos entre miembros de los sindicatos —por los que Pelosi parece
especialmente preocupada— ha caído 87%. El financiamiento del gobierno
para proteger a los sindicalistas ha crecido 285% durante la gestión de
Uribe. Hoy, la vida de un sindicalista es mucho más segura que la de la
población en general. Y la población en general no ha estado tan segura
en años.


Pero estos son los fríos e impersonales datos. Para entender más a
cabalidad cómo Uribe ha cambiado para bien este país, no hay nada mejor
que salir a hablar con los propios colombianos.


No hace falta viajar a las llanuras para escuchar sobre el
renacimiento del país. A dondequiera que vaya en Colombia, se habla
sobre la nueva oportunidad del país. En el aeropuerto de Bogotá, un
hombre de mediana edad que trabaja en el sector petrolero, me acorraló
cuando se enteró que era periodista. Durante 15 minutos no dejó de
hablar sobre los horrores que su familia padeció cuando el gobierno
abandonó su papel de proveer seguridad a la población y las guerrillas
marxistas y los ejércitos paramilitares libraban una encarnada lucha.
Hacia el final de su soliloquio sus ojos se llenaron de lágrimas: "Yo
fui prisionero en mi propio país antes de este presidente", me dijo
antes de salir corriendo a alcanzar su vuelo.


Aquí en la sabana, donde la crianza de toros cebú y la exploración
de crudo son negocios tradicionales, las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) actuaron a sus anchas en los años
90. Una práctica escalofriante era el secuestro mediante el uso de
controles en las carreteras en busca de una víctima preciada, alguien
por quien su familia pagaría un gran rescate. Los pobladores le
llamaban la "pesca milagrosa", por un juego en los parques de diversión
en el que se combinaba la habilidad y la suerte.


En 1998, cuatro ornitólogos estadounidenses fueron secuestrados por
las FARC en el estado aledaño de Meta. El caso provocó titulares en
EE.UU. pero para los colombianos, el riesgo de ser secuestrado a cambio
de una recompensa era rutina.


Las guerrillas también impusieron su propia justicia, llegando hasta
dictar quién se casaría con quien. Usaron la extorsión para obtener el
pago de los dueños de fincas y se hicieron con el control de fincas y
rancho a punta de pistola. Quienes se resistían a menudo encontraban la
muerte. Lo peor acerca de las guerrillas, me cuenta un residente, era
que nunca cumplían su palabra. Los ciudadanos que cumplían la ley
siempre estaban a su merced. Esta miseria allanó el camino para la
aparición de grupos de auto defensa conocidos como paramilitares o,
simplemente, paras.


Hoy, los paras son condenados por la sociedad debido a que se han
transformado en pandillas criminales. En sus primeros años, sin
embargo, eran considerados como vigilantes heroicos que tenían la
valentía de luchar contra el reino del terror. Muchos de sus miembros
eran familiares de las víctimas de las FARC.


Los habitantes de estas partes de Colombia reconocen que los paras
fueron la cura para el terrorismo de las FARC. Una persona lo dice de
la siguiente manera: "a mi modo de ver, los paramilitares fueron como
la quimioterapia. Te enfermas y se te cae el pelo, pero te salva la
vida".


Según la mayoría de las versiones, era más fácil tratar con los
para, pero tenían sus propias prácticas crueles. Se dice que entraron
en el negocio del narcotráfico para recaudar fondos para sus ejércitos.
A la larga, el narcotráfico y el poder que lo acompañó acabó por
corromperlos. Los paras también recurrieron a la extorsión. Algunos de
los peores incidentes de violencia en la región tuvieron lugar cuando
dos grupos de paras se involucraron en una lucha por el poder.


Entonces, ¿cómo regresó el imperio de la ley? Los residentes de esta
región apuntan a Uribe, quien ofreció a los combatientes un acuerdo
para deponer las armas. Aquí en Casanare los paras se desmovilizaron y,
a partir de entonces, me dicen los rancheros que presencian esta
tormenta conmigo, las batallas acabaron y una fuera militar y de
policía se encarga de mantener la paz.


Esta es una gran noticia para todos los colombianos, con la
excepción de los defensores de Pelosi en este país. Muchos de ellos
simpatizan con las FARC y esperaban que su terrorismo produjera un
nuevo orden. Por fortuna, la democracia colombiana sobrevivió y las
FARC no están por ganar ninguna elección.


1 comment:

  1. Estimado Romulo: en nuestras narices otros prefieren jugar en las grandes ligas, y en el ínterin a los tarimeros se les ocurre "arreglar" metodologías y cifras poniendo como ejemplo a la desacreditada dinastía Kirchner, además de buscar o inventarse un chivo expiatorio. ¿Mentes lúcidas y corazones ardientes?, "dime de q te jactas y te diré de q careces". Mientras tanto... Ecuador sin brújula, por Carlos Alberto Montaner. firmaspress.com ... ¿Y si miramos a Perú? por Gustavo Lazzari. "Actualmente Perú crece como la Argentina pero sin inflación, sin conflictividad e integrado al mundo de manera envidiable" http://www.relial.org/Articulos/articuloDetalle.asp?Id=8010

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