2/05/2008

Cambalache

Por Rómulo López Sabando


Publicado originalmente en El Expreso de Guayaquil


En una muy importante asamblea del máximo organismo de cierta actividad, señera en la vida nacional, un millonario n.n., autor convicto de gigantescas estafas a cientos de jóvenes ciudadanos, junto con uno de sus múltiples abogados que gestionan para que la impunidad prevalezca y perdone las sanciones penales, (que no caminan), tuvo la audacia de presentarse para sufragar, en el seno del indicado organismo, suplantando al votante legítimo.


Al descubrirse que el acto electoral podría ser viciado de nulidad, el Pleno de sus miembros, por unanimidad, tomó la sabia decisión de interrumpirlo y reiniciar los comicios, pues se corría el riesgo de que ello seria más tarde alegado por el infractor como una “prueba” de que, pese a su espuria condición y calidad, al estar su fraudulento voto en las urnas, se lo habría reconocido como miembro de la comunidad, sin tener los requisitos legales, profesionales y académicos requeridos.


Afortunadamente el acto comicial fue rescatado y su valor jurídico y ético es incuestionable. Los nuevos personeros designados gozan del respaldo legítimo y total de la comunidad a la que se deben. Y los infractores, furtivamente, desaparecieron.
Tan grave fue la situación creada por los intrusos que, de haberse permitido su votación ilegal y audaz, ello hubiese también podido consolidar los delitos y neutralizado los justos reclamos de cientos de perjudicados.


Han transcurrido más de 3 años desde que el organismo pertinente sancionó al infractor clausurando al principal de sus “negocios” con el cual se cometieron los delitos, pero no hay los enjuiciamientos penales que la ley ordena.


El autor de los delitos, que llevó su estafa a uno de los tribunales constitucionales desaparecidos, no logró “lavar” sus estafas, pese a estar amparado por jueces cuestionados por diversas causas y favorecidos en sus procesos, al igual que el infractor que sigue campante como aquella antigua propaganda de un embriagante producto.


Las violaciones a la ley son múltiples. La oferta ilegítima y las estafas, están en la impunidad. No hay firmeza en la sanción para perseguir se cumplan los artículos 11, 13, 44, 46, 103, 104 de la Ley pertinente , y 31 y 47 de su Reglamento general, así como Resoluciones técnicas “RCP-S01-032-05-A” y “RCP-S01-032-05-B”, vulnerados y escritos en el papel.


La usurpación de dignidades e instituciones carece de sanción. La impunidad hace tabla rasa de los valores y derechos constitucionales, mientras organismos internacionales ubican a Ecuador como país de mayor corrupción en América.
La vida social sufre los estertores de la bondad, la verdad, el honor, la honestidad ante los embates de la maldad, la mentira, el deshonor y el pillaje. La desvergüenza es la “norma”. Quien actúa bajo principios de integridad y honradez es considerado el “tonto del grupo”.


Don   Enrique Santos Discépolo hace más de 70 años, en hermosa y popular melodía dijo: “Es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, choro, generoso o estafador... ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor. Los ignorantes nos han igualado. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, Rey de Bastos, caradura o polizón. ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón. El que no llora no mama y el que no afana es un gil. No pienses más; siéntate a un lado, que a nadie importa si naciste honrado... Es lo mismo el que labora noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley”.

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